sábado, 23 de agosto de 2008

Blasco Ibañez restituido

Historia de la Revolución Francesa, de Editorial Areópago (Buenos Aires, 1960, 5 vols.), reproduce sin decirlo otra edición porteña de la obra (Buenos Aires, Argonauta, 1946, 3 vols.), la cual, a su vez, reproduce, también sin decirlo, la edición española que se jacta de ser “la primera traducción del francés, por Vicente Blasco Ibañez” (Valencia, Biblioteca Popular, 1900, 3 vols.).
-----Ignoramos las razones del pudor de Argonauta y Areópago (problemas de derechos, postura crítica frente a la propiedad intelectual, pierremenardismo, un poco de cada cosa) y aunque sospechamos un vínculo entre estas empresas (¿es casualidad el filohelenismo que delatan sus nombres?), nada sabemos positivamente de ello. Lo que resulta indudable es que la organización de la HRF en 18 Libros en lugar de 21, así como la traducción del texto de Michelet, son obra del prolífico novelista Blasco Ibañez y la editorial Biblioteca Popular, y que Argonauta y Areópago se tomaron el trabajo de “levantarla” con esmerado disimulo.
-----Como curiosidad ofrecemos dos pasajes de la HRF de Michelet con su respectiva traducción. Podrán entretenerse los lectores cotejando la prosa de Michelet con la del nuevo “Danton” (tal habría sido el nombre con que Blasco Ibañez ingresó a la masonería), podrán ver la marca española en algunas expresiones y la mano del escritor en ciertos pasajes rítmicos. Sin duda, por más sintonizados que estuvieran los traductores fantasma de Argonauta y Areópago con el espíritu de Blasco Ibañez-Michelet, el parecido parece logrado por medios menos sublimes que la reencarnación y el espiritismo.

I. Del "10 de Agosto"

Michelet está narrando un momento dramático de esa jornada: el encuentro entre un grupo espontáneo de impacientes, que mal armados han ido en busca del rey al Palacio de las Tullerías, y la guardia suizo-francesa que defendía el lugar. Los insurrectos son más que los soldados, pero estos tienen de su parte la posición, el armamento y la disciplina. Al verlos firmes, inmóviles, como si fueran “de piedra”, la turba se ríe de esos rígidos soldados y empieza a “pescarlos” con unos palos que tienen garfios en la punta. Los soldados se dejan hacer hasta que los oficiales dan, finalmente, la orden de disparar.

On vit alors toute la force de la discipline. Ils tirèrent sans hésiter. L’effet
de ces feux, étagés du haut en bas de l’escalier, et qui plongeaint tous
ensemble et presque à bout portant sur une même masse vivante, fut épouvantable.
Il n’y eut jameis dans un lieu si étroit un si terrible carnage. Tout coup fut
mortel. La masse chancela tout entière et s’affaissa sur elle-même. Nul de ceux
qui entrèrent sous le vestibule n’en sortit. Les seuls récits que nous ayons
sont ceux des royalistes qui étaient sur l’escalier. Deux heures aprés, un des
assaillants, qui traversa le vestibule et vit cette montagne de morts, dit qu’on
était de l’odeur de boucherie et qu’on ne respirait pas.
Traduce Blasco Ibañez:

Entonces pudo apreciarse toda la fuerza de la disciplina. Disparaban sin
vacilar. El efecto de aquel fuego escalonado de arriba a abajo, convergiendo
todo y casi a boca de jarro sobre una masa viviente, fué espantoso. Jamás hubo
en un sitio tan estrecho una carnicería tan horrible. Todos los tiros hacían en
el blanco. La masa vaciló y cayó a un tiempo. Ninguno de los que entraron en el
vestíbulo salió vivo. Las sugerencias únicas que tenemos son las de los
realistas que estaban en las escaleras. Dos horas después uno de los asaltantes
que atravesó el vestíbulo y vió aquella montaña de muertos, dijo que sofocaba
aquel olor de carnicería y que no se podía respirar. (Areópago, vol. III, p.
114; Argonauta, vol. II, p. 319)

II. De la "Muerte de Carlota Corday"

A Charlotte Corday Blasco Ibañez la llama Carlota. Y en el volumen III de su HRF dice que luego de ser condenada por haber matado a Marat, “llegó á la plaza como rodeada de la aurora del martirio, transformada, dueña de una soberana majestad” (“elle arriva à la place dans une majesté singulière, et comme transformée dans une auréole du couchant”). Y más adelante:

Cuando cayó su cabeza, un carpintero maratista, que ayudaba al verdugo, la cogió
por los cabellos brutalmente y la mostró al pueblo, cometiendo la ferocidad
indigna de abofetearla. Un murmullo de reprobación y horror recorrió la plaza.
Se creyó que la cabeza enrojecía. ¿Fue un simple fenómeno de óptica? La
muchedumbre turbada tenía en sus ojos los rayos del sol que pentraban por el
ramaje de los árboles de los Campos Elíseos. (Biblioteca Popular, vol. III,
186-7; Areópago, vol. IV, p. 39).

En Michelet:
Au moment où la tête tomba, un charpentier maratiste, qui servait d’aide au
bourreau, l’empoigna brutalement, et, la montrant au people, eut la férocité
indigne de la souffleter. Un frisson d’horreur, un murmure parcourut la place.
On crut voir la tête rougir. Simple effet d’optique peut-être : la foule,
troublée, à ce moment avait dans les yeux les rouges rayons du soleil qui
perçait les abres des Champs-Élysées.

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