viernes, 10 de octubre de 2008

A mis Odas, de Victor Hugo

...tentanda via est qua me quoque possim
Tollere humo, victorque virum volitare per ora.
Virgilio
[Debo incursionar por un camino por el cual yo también
pueda elevarme de la tierra, y vencedor revolotear por la boca de los hombres]

I

Mis Odas, es el instante de abrir vuestras alas,
id, con el mismo impulso a las bóvedas eternas
Es el momento favorable... vamos!
El rayo que ruge os ilumina,
Y la popular tempestad
Se libra al vuelo de los aquilones.

Para quien hace tiempo añora el día sagrado
La hora de la tormenta, sí, es la hora propicia.
Pero si, bajo un cielo calmo y puro
Yo hubiera, afortunado genio,
En la luz y la armonía,
Visto flotar tus vestidos de azul;

Si ningún profanador tocara tus ofrendas,
O ningún reptil impuro tus castas girnaldas,
Arrastrando nudos marchitos;
Si la tierra, a vuestro paso,
No hubiera exhalado otra nube
Que el vapor de un incienso dulce

Bendeciría a la musa, cantaría victoria,
Y le diría al poeta, lanzado hacia la gloria:
“Oh arroyo, que busca los mares,
Fluye hacia el océano del mundo,
No temas mezclar tu onda,
No son amargas sus olas!”

II

Feliz quien no escapa al olvido de las tinieblas
Feliz quien no sabe cuántos ecos fúnebres
El ruido de un nombre repica
Quien ignora si la gloria es inquieta
Si la palma del poeta
Es la palma del mártir!

Sin temer al cazador, la borrasca, al vértigo,
Feliz el ave que vuela, el que revolotea!
Feliz quien no intenta nada
Feliz quien persigue aquello que debe
Feliz quien solo para vivir vive,
Feliz quien para cantar solo canta...

III

Vosotros, oh mis cantos, adiós! Buscad vuestro humo!
Muy pronto, cuando vengáis a mi puerta cerrada,
Añoraréis, en medio de los ruidos;
Cuando, escondidos bajo velos,
Érais como las estrellas
Que brillan sólo de noche;

Y cuando, a su turno, pasándose la balanza,
Ciertos amigos, de noche, os veían en silencio,
Poetas por la lira conmovidos,
Quienes huyendo de la ciudad sonora,
Hacían crecer las flores de Isaura
En el jardín de Academo.

Como un ángel llevado por sus doradas alas,
Vosotros veníais, murmurando palabras sagradas,
Para abatir, para poner en pie,
Decíais en vuestro delirio
Todo lo que puede cantar la lira,
Todo lo que puede soñar el alma.

Disputando un noble premio en una santa arena,
Dábais todo el Olimpo a los hijos de Hipocrene,
de vuestro ardiente vuelo rivales;
Y al igual que el amante de Atalanta
Enlentecíais su curso,
Arrojándoles manzanas doradas.

Se os veía seguidos de sílfides y de hadas,
Uníais viejos haces a nuestros jóvenes trofeos,
Cantábais los campos y sus labores,
Dábais proféticos gritos,
Pedíais a los tiempos góticos
cuentos viejos siempre nuevos.

Vuestros píos laúdes consolaban las coronas,
Desde lo alto del trípode defendíais los tronos;
A menudo, sostén del inocente,
Como un tributo expiatorio,
Mezclábais, suavizando la historia,
Una lágrima en las olas de sangre.

IV

Pero el tiempo es ahora; como las golondrinas,
Partid; que una misma meta os mantenga fieles;
Y yo, si mientras combatís
De vuestra fe ningún corazón duda;
Si un alma en secreto escucha
Aquello que le diréis en voz baja;

Si cuando estáis en medio de olas de veinte crestas,
cuando el huracán busca vuestras velas bravías,
Un amigo, que de mí se lamenta,
Al veros por la tempestad batidos,
Pone un fanal en la orilla,
Se compadece, y os ofrece un puerto:

-yo menos desolado veré vuestro naufragio.
Pero el tiempo nos corre, vamos! Tomad coraje!
Hay que combatir contra los malvados
Es también cetro la lira!
Dios, en cuyo imperio son nuestras almas,
Ha puesto un poder en los cantos.

V

El poeta, inspirado aunque la tierra lo ignora,
Recuerda a esos grandes montes que la aurora
Al despertar dora antes que los otros,
Los cuales, vencedores de la sombra,
Conservan hasta la sombría noche
Del sol el último relumbre.

Traducido por Mariano Sverdloff para Literatura del Siglo XIX.
Fuente: Victor Hugo, Oeuvres complètes de Victor Hugo, T. Poésie I. Odes et Ballades, Paris : J. Hetzel : A. Quantin : [puis] Société d'éditions littéraires et artistiques : Albin Michel, 1880-1926, p.119-121.
Versión en word para descargar, aquí.

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