sábado, 6 de junio de 2009

Vovelle, Reichardt...

El programa actual de Literatura de Siglo XIX supone, necesariamente, conocimientos sobre la Revolución Francesa, acontecimiento histórico que organiza nuestras reflexiones. Por supuesto, la materia no puede dedicarse a reponer esos conocimientos, porque de hacerlo, debería omitir, en un curso que dura sólo quince semanas, aquello que le es verdaderamente específico: estudiar las relaciones entre el concepto de revolución, tal como se reconfigura a fines del siglo dieciocho por efecto de la experiencia histórica de 1789, y la producción literaria decimonónica.
----Durante la cursada, sin embargo, requerimos la lectura de una generosa selección de artículos del Diccionario de la Revolución Francesa, de Francois Furet, Mona Ozouf y otros, ya que permiten obtener rápidas pero incisivas perspectivas sobre hechos, actores e ideas. Pero, además, recomendamos enfáticamente que los alumnos lean, antes de la cursada, al menos un libro de introducción a la Revolución Francesa.
----El que la cátedra prefiere es Michel Vovelle, Introducción a la historia de la Revolución francesa, trad. Marco Aurelio Galmarini, Barcelona, Crítica, 2000 (el libro es de 1979 y la 1a ed. de la traducción es 1981). Este trabajo, a la vez sintético y agudo, es diez años anterior al Bicentenario de la revolución, que trajo consigo un alud de nuevos textos y generó un denso campo de polémicas en torno a cómo interpretar histórica, política e ideológicamente el acontecimiento. Vovelle anticipa esa polémica cuando repasa en el capítulo 6 el estado de la historiografía de la revolución hacia 1979. A su vez, interesado por la historia de las mentalidades, Vovelle dedica la segunda parte de su libro a analizar aspectos culturales de la revolución, lo cual resulta útil para nosotros, que estudiamos el impacto cultural de la revolución en el ámbito de la literatura.
----Otro trabajo recomendable, pero más exigente desde el punto de vista historiográfico y por eso mismo, menos conveniente como primera lectura, es el de Rolf E. Reichardt, La revolución francesa y la cultura democrática, trad. Carlos Martín Ramírez, Madrid, Siglo XXI editores, 2002 (el libro es de 1998). A diferencia de Vovelle, Reichardt escribe después del Bicentenario. Con el propósito de definir el espíritu de su empresa, explica: "El Bicentenario de aquel 1789 -sin contar la inundación de artículos de revistas- ha vertido sobre nosotros unos cinco mil tomos, que en parte son ediciones de fuentes, monografías y actas de congresos que resultan básicas. El procedimiento, consagrado de antiguo, consistiría en destilar un extracto conjunto de las historias 'clásicas' de la Revolución desde Jules Michelet, pasando por Jean Jaurès, hasta Albert Soboul y Francois Furet/Denis Richet, y adornarlo con algunos frutos de lecturas actuales, pero dejando que el grueso de la nueva literatura de investigación se hundiera en el foso de la bibliografía. El bosquejo que aquí ofrecemos intenta una vía inversa. Parte de los estudios de problemas y casos más serios y fructíferos surgidos con motivo del Bicentenario, para llegar a un nuevo tipo de exposición de conjunto" (xvii).
----Tres peculiaridades posee el modo de exposición de Reichardt: 1. parte del campo y va hacia París, pasando por la provincias, con el objeto de "desparisizar la Revolución", 2. realiza una trayectoria desde casos representativos a proposiciones generales, con la convicción de que en la historiografía de la revolución abundan las afirmaciones generales y las fórmulas vacías, 3. concede un espacio importante a los aspectos que constituyen la cultura política de la revolución, es decir, "los modos de comportamiento, los valores y los símbolos colectivos, tanto como los medios e instituciones de la comunicación, de la sociabilidad y de la formación social de la opinión". En esto último -el énfasis en la dimensión cultural- Reichardt coincide con Vovelle y resulta, por idénticas razones, funcional a los intereses de nuestro programa.

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